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sábado, 26 de septiembre de 2015

Pollo al tinto con ciruelas


Con este delicioso guiso estrené mi olla a presión, regalo de mi Mins =) Así que es doblemente especial ;) Es un guiso que he probado varias veces en distintas casas y siempre me ha encantado, incluso me han pasado varias veces la receta, pero por unas o por otras, nunca lo había preparado. Hace unos meses, el blog Platos Plis Plas me la recordó y me puse manos a la obra.
Le hice unos cuantos cambios a mi gusto, pero quedó tan bueno como lo recordaba. Le añadí verduritas para aportar sabor y hacerlo más nutritivo. Lo he visto preparado con vino blanco, con coñac, con brandy y con whiskey. Yo como veis, en este ocasión lo pruebo con vino tinto y la verdad es que quedó riquísimo.

  • 700-800 g de muslos de pollo
  • 1 pimiento (yo reciclé un trocito de rojo y uno naranja pequeño que tenía por el frigo)
  • 1 cebolla mediana
  • 1 tomate mediano
  • 6-8 ciruelas pasas sin hueso y sin azúcares añadidos
  • 2 hojas de laurel
  • 1 cucharadita de pimentón dulce
  • 120-150 ml de un vino tinto sabroso
  • Sal marina y pimienta negra
  • Aceite de oliva


La preparación:

* Como digo con esta receta estreno mi olla a presión, pero la podéis hacer perfectamente con olla normal, eso sí, dejadlo entonces cocer durante 30-45 minutos a fuego medio y tapado.

1. Lo primero cortamos las ciruelas por la mitad; esto es un truquillo para hacer la receta más sana; en lugar de 12 o 16 ciruelas, usamos la mitad ;) Las ponemos entonces en un cuenco a macerar en el vino tinto.



2. En la olla destapada calentamos una cucharada de aceite y echamos el ajo picado. Acto seguido sellamos el pollo sin piel y salpimentado y después lo reservamos fuera de la olla. Yo le retiro siempre primero la piel y la tiro, para reducir la grasa del plato y porque no me gusta.



3. Entonces pelamos la cebolla, lavamos el tomate y troceamos las dos cosas en una juliana gruesa. Lavamos el pimiento y lo troceamos también, pero en tiras gruesas.

4. Calentamos otra cucharada de aceite e incorporamos a la olla las verduras con una pizca de sal y de pimienta. Rehogamos un par de minutos.



5. Ahora volvemos echar el pollo a la olla y añadimos también el pimentón, las ciruelas, el vino tinto y las hojas de laurel. De vino podéis echar un poco más o menos según lo queráis de salsa, yo eché 150 ml y nos quedó una salsa buenísima. Removemos hasta que se evapore el alcohol del vino.



6. Entonces sí, cerramos la olla y cuando suba el pitorro cronometramos 8 minutos de cocción a fuego medio. Pasado ese tiempo, apagamos, dejamos que salga todo el vapor, abrimos y servimos.


¡Buen provecho!

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Bergua*




domingo, 20 de septiembre de 2015

Sopa nicaragüense de queso y hierbabuena


¡Viajamos de nuevo con Cocinas del mundo! Y este mes nuestro destino es Nicaragua.  En casa hemos elegido una receta típica de la Semana Santa nicaragüense, la sopa de queso.

En realidad, la esencia del plato está en las rosquillas que lo acompañan, que son las que están hechas de queso y harina de maíz. La sopa en sí es de verduras, aunque después de mucho investigar, me di cuenta de que cada casa tiene su propia receta para hacer esta sopa tan tradicional, así que hay quien añade masa de rosquilla a la sopa y hay quien añade sopa a la masa de las rosquillas en su lugar. Mi sopa se basa en esta receta, aunque he tenido que adaptarme a los ingredientes que me ha sido podido encontrar en Dinamarca.



Esta es una receta de abuela, de esas que se hacen más bien a ojo y en las que la experiencia te dice si hace falta más o menos de cada ingrediente. Yo no había hecho nunca esta sopa, pero viendo vídeos me hice a la idea de cómo debía quedar. Aquí intento no obstante daros cantidades e indicaciones para que os hagáis a la idea ;)


  • 1 cebolla
  • 1 pimiento rojo
  • 2 tomates maduros
  • 4 dientes de ajo
  • Un manojo de hierbabuena fresca (Aprox. 25 g contando tallos y todo)
  • 1 litro de caldo de pollo
  • 250 g de queso parmesano o grana padano (quesos secos como sustituto del queso chontaleño, típico de Venezuela)
  • Unos 200 g de harina de maíz
  • 1 huevo
  • 1 vaso de leche (unos 250 ml)
  • Sal y pimienta negra
  • 1 cucharada de pimentón dulce (como sustituto de la pasta de achiote*, un colorante también llamado recado rojo)
  • Opcional: Un par de cucharadas de crema agria, mascarpone o un huevo para el final de la cocción.
  • Aceite para cocinar y para freír


La preparación:

1. Pelamos la cebolla y la cortamos en una juliana gruesa. Le sacamos las semillas al pimiento, lo lavamos y lo cortamos también, da igual como.

2. Calentamos 2-3 cucharadas de aceite en una cazuela y freímos la cebolla y el pimiento durante unos 15 minutos.
3. Picamos la hierbabuena y el ajo (o los trituramos juntos, como he hecho yo, con un poco de aceite y agua). Nos guardamos unas cuantas hojitas de hierbabuena para decorar luego. Mientras se cocinan las verduras añadimos la pasta de ajo y hierbabuena a la cazuela y mezclamos.


4. Pasados los 15 minutos, nuestras verduras ya estarán medio tiernas. Lavamos los tomates, los cortamos en dados y los añadimos a la cazuela. Rehogamos durante unos 10 minutos más; a mitad de tiempo añadimos un vaso (unos 250 ml) del caldo de pollo.


5. Cuando las verduras hayan cocido durante unos 25 minutos en total, las pasamos por la batidora y devolvemos el puré resultante a la olla, pero con el fuego al mínimo o sólo sobre el calor residual, porque ahora vamos a hacer la masa.


6. Rallamos o trituramos el queso. Mezclamos con la harina. Es importante usar mucho queso para que las rosquillas sepan a eso, a queso, y no a harina.


7. En un vaso de agua diluimos el pimentón y lo añadimos a la masa; mezclamos con un tenedor. Añadimos sal y pimienta y un huevo. También vamos a añadir 2 cucharadas de sopa y a partir de ahí añadiremos poco a poco agua e iremos mezclando hasta conseguir una textura de masa de pan/rosquilla/tortita. Al principio será una masa muy húmeda, pero la trabajaremos como quien mezcla cemento. Mi harina de maíz tenía una textura parecida a la polenta; me dijeron que funcionaría igual, pero la realidad es que no se liga igual que con la harina fina y tuve que añadir un poco de harina de trigo para compensar. 


* Si la masa os queda como debe, podréis amasar para hacer churros, rosquillas, tortitas, croquetas... En cada casa prefieren una forma, aunque lo más típico son las rosquillas. Yo hice una masa más húmeda y por tanto les di la forma con cuidado al dejarlos caer en el aceite.

8. Calentamos 2-3 dedos de aceite vegetal en una sartén y cuando esté bien caliente, tomamos un trozo de masa y lo introducimos en la sartén con la forma que queramos. Yo hice croquetas, churros y rosquillas. Les sobra con 2-3 minutos por cada cara con el fuego medio-alto. Al sacarlos los ponemos sobre papel absorbente para deshacernos del exceso de aceite.


9. Ahora que ya tenemos las rosquillas, vertemos el resto del caldo de pollo en la sopa junto con el vaso de leche y llevamos la sopa a ebullición. Corregimos de sal si hace falta. Hay quien añade un poco de crema agria o un huevo justo al final de la cocción, pero no es imprescindible. Yo añadí un par de cucharadas de mascarpone, lo batí de nuevo y entonces añadí un poco de parmesano en polvo.


10. Por último servimos la sopa y sumergimos en ella un par de rosquillas para que se vayan empapando. Decoramos con unas hojitas de hierbabuena y listo. El resto de rosquillas las sacamos a la mesa para que se sirva quien quiera y que nos se nos deshagan en la sopa. 

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miércoles, 9 de septiembre de 2015

Buey de mar en salsa de coco


Esta es una forma deliciosa y distinta de comer marisco. Cuando el marisco es fresco, con un hervor y tal vez un chorro de limón, sobran las palabras. Pero desde que vivo en Dinamarca, me encuentro con que el marisco que nos llega es sobre todo congelado. Y de ahí que empezara a inventarme platos sabrosos para reanimar al cangrejo en cuestión y a cualquiera que lo pruebe. De hecho confieso que la salsa quedó tan buena, ¡que rebañamos la sartén con el dedo! Para 2 personas:

  • 450 g de patas con pinza de buey de mar congelado (viene ya hervido)
  • 250-300 ml de leche de coco
  • 1 cebolla morada
  • 1 pimiento rojo
  • 2 tomates de pera maduros
  • 3-4 dientes de ajo
  • 1 chucharadita de jengibre fresco picado
  • 1/2 cucharadita de cilantro en polvo
  • Sal y pimienta negra
  • 1 cucharada de aceite de oliva
  • 1/2 cucharada de mantequilla
  • Sugerencia de acompañamiento: 100 g de arroz blanco 


La preparación:

1. Calentamos a fuego medio-alto el aceite y la mantequilla en una sartén. Una vez calientes, bajamos a fuego lento y rehogamos la cebolla picada, el pimiento picadito también, los tomates en daditos y el ajo y el jengibre picados. Muy importante: Mantenemos la sartén tapada y dejamos pochar durante unos 10-15 minutos.


2 Entonces añadimos la leche de coco a las verduras, salpimentamos y añadimos el cilantro. Subimos el fuego a medio-alto y dejamos que cueza destapado para que reduzca y espese. 


3. Mientras la salsa espesa vamos sacando la carne de las patas de buey.


4. Cuando la salsa esté espesa a nuestro gusto probamos de sazón por si hubiera que rectificar. Incorporamos la carne de buey de mar a la sartén y le damos 3-4 minutitos, no más para que no se quede seco. 


5. Si vamos acompañarlo de arroz blanco, lo hervimos durante unos 10 minutos, sazonamos y listo.


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jueves, 3 de septiembre de 2015

Ensalada mediterránea de patata y feta


Vuelvo con una receta muy sencilla de mi nueva enciclopedia de cocina judía, The Complete Guide to Traditional Jewish Cooking de Marlena Spieler. Esta ensalada que recuerda a la ensalada de verano tan típica en España, es popular entre los judíos serfardíes, que se aficionaron mucho al aceite de oliva en sus años en la Península Ibérica. Para 2:

  • 250 g de patatas pequeñas nuevas (si son grandes, las cortamos en cuartos)
  • 2-3 ajetes  (tanto lo blanco como lo verde)
  • 6-8 olivas rellenas de anchoa*
  • 60 g de queso feta
  • 1,5 cucharadas de perejil fresco
  • 1 cucharada de menta fresca picada
  • Sal y pimienta
* La receta original pide aceitunas negras y 2 anchoas en trocitos para la vinagreta, pero como en Dinamarca es casi imposible encontrar anchoas y tenía en la despensa olivas rellenas de anchoa, decidí aprovecharlas.

Para la vinagreta:
  • 3 cucharadas de aceite de oliva
  • Zumo de 1/2 limón o al gusto
  • 1,2-2 cucharadas de yogur griego
  • 1,5 cucharadas de eneldo fresco picado
  • 1/2 cucharada de mostaza francesa (en mi caso de miel)

La preparación:


1. Hervimos las patatas con piel en agua con sal hasta que estén tiernas. Lo de dejar la piel es para evitar la pérdida de almidón y reducir el riesgo de que se rompan, pero si andamos con prisa, las pelamos y las cortamos en mitades o en cuartos para que se cuezan más rápido. Si las hervimos con piel, las dejamos enfriar un poco antes de pelarlas.


2. Mezclamos en un cuenco el zumo de limón y el aceite (y las anchoas troceadas si las vamos a usar). Batimos a mano para emulsionar. 

3. Entonces añadimos sal, pimienta, el yogur, la mostaza y el eneldo picado y batimos de nuevo para mezclar bien. Reservamos.



4. Picamos en anillos finitos el ajete y los añadimos a las patatas. Servimos también las olivas y el feta en daditos. Añadimos el prejil y la menta picaditos.




5. Finalmente aliñamos con la vinagreta mientras las patatas aún están tibias, mezclamos cuidadosamente y ya sólo queda disfrutar.

* Esta ensalada está aún mejor si se deja reposar 1 hora al frío y también si se come al día siguiente, ya que la vinagreta impregna las patatas. Si la consumimos un día después, nos deshacemos del agua que se haya podido acumular por la condensación y refrescamos con una pizca de aceite en spray y/o unas gotas de limón.

¡Buen provecho!

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Bergua*