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jueves, 10 de diciembre de 2020

Buñuelos de calabaza

Hay caprichos que te los solventas tú en casa o te quedas con el antojo. 

Eso pasa con los buñuelos de calabaza y con el chocolate espeso si vives aquí en Dinamarca. De hecho, el chocolate caliente en Dinamarca a menudo es batido calentado en el microondas y, si es un sitio de un poco más de categoría, polvos de cacao y azúcar disueltos en agua. Vamos, que nada que ver con el chocolate espeso con el que se acompañan en España los churros y los buñuelos; ese que se prepara a fuego lento con buen chocolate en polvo o directamente fundiendo una tableta de chocolate.

Los buñuelos de calabaza son muy típicos de las Fallas de Valencia, también de la Semana Santa de Orihuela y alrededores, pero también de la Navidad para muchas familias. Desde la primera vez que los hice, a mi vikingo le gustaron tanto que me pidió que hiciéramos nuestra la tradición de comerlos en diciembre, en primavera y cuando hubiera ocasión jeje

Son muy sencillos de hacer, pero hay variaciones; se puede usar gasificante o no, levadura química o de panadero, huevos enteros o separados, presentarlos como rosquillas o como bolas o abstractos... Me apetecía probar esta que hace un soplillo con las claras para dejar la masa esponjosita. Además es común en algunas partes rebozarlos en azúcar y canela; yo no los rebozo, pero sí los espolvoreo. Si son para mojarlos en chocolate, prefiero no añadir mucha azúcar ni canela, porque tanto el chocolate como los buñuelos tienen ya todo el sabor que necesitan. Pero si son para comerlos sin chocolate, sí recomiendo espolvorear o rebozar un poco con azúcar y canela.

Para unas 4 raciones (¡porque vuelan!):

  • 280-300 g de calabaza en crudo (pesa un pelín más con la piel)
  • 150 g de harina común de trigo
  • 2 huevos
  • 10 g de azúcar
  • 1/2 cucharadita de canela en polvo
  • 5 g de levadura química (polvos de hornear)
  • Una pizca de sal
  • Ralladura de la piel de 1/2-1 naranja, o 1 mandarina, y también queda riquísimo con un poco de ralladura de limón.
  • Aceite para freír, cualquiera de sabor suave, por ejemplo girasol.
  • Para decorar: Canela en polvo y azúcar blanco

La preparación:

1. Cortamos y pelamos la calabaza y la cocemos en agua, lo suficiente para casi cubrir la calabaza. Primero llevamos el agua a ebullición, luego bajamos a medio, que siga borboteando. Cuando la pinches y esté tierna, está lista. El tiempo dependerá del tamaño de los trozos y la cantidad, pero a mí me lleva unos 10-12 minutos para 300 g del tamaño que ves en la foto.

2. Escurrimos la calabaza y la hacemos puré con un tenedor (si hacéis más cantidad, puede merecer la pena batir a máquina). Mezclamos con el azúcar y la canela y reservamos. Este paso se puede dejar hecho con antelación, pero la masa sí recomiendo prepararla en el momento, justo antes de freír. 

3. Separamos las yemas de las claras. Yo suelo usar una botella pequeña de plástico o simplemente abrir el huevo sobre la palma de la mano y dejar que la clara se escurra entre los dedos mientras que la yema se queda en la palma. Mezclamos las yemas con el puré de calabaza y reservamos.

Mi método favorito para separar yemas y claras es el de la botella: usar una botella de plástico para "absorber" la yema, cual abducción extraterrestre. Aprietas el cuerpo de la botella, colocas la boca de la botella junto a la yema (sin romperla) y dejas que la botella recupere el oxígeno y vuelva a su forma original; así absorberá la yema.

4. Montamos las claras con una pizquita de sal hasta tenerlas a punto de nieve, es decir, que al levantar las varillas, veamos puntas, y si le das la vuelta al recipiente, no caigan. Reservamos un momento.

5. En otro recipiente echamos la harina tamizada (sobra con pasarla por un colador de rejilla). Incorporamos la levadura química, el puré de calabaza (con la canela, el azúcar y las yemas) y la ralladura de la piel de los cítricos que hayamos escogido. Mezclamos bien.

6. Ahora servimos encima el soplillo (las claras montadas) y mezclamos bien con movimientos envolventes; es decir, que nada de aplastar; vamos dando vueltas con delicadeza con ayuda de una espátula hasta que todos los ingredientes queden integrados. Así conservaremos una textura esponjosa.


7. Lo siguiente ya es freír. Calentamos aceite vegetal de sabor suave en una olla o cazo (yo me quedé sin aceite, pero lo ideal es que haya suficiente para que la masa se hunda un poco antes de subir a la superficie, así salen bu
ñuelos más redondos). No dejaremos que el aceite se queme, es decir, que no salga humo, pero debe de estar bien caliente para freír por fuera y cocer por dentro la masa. Los primeros buñuelos necesitarán algo más de tiempo, después irá más rápido. Les daremos unos minutos por cada lado a los buñuelos a fuego medio, hasta que estén dorados, y repetiremos el proceso hasta quedarnos sin masa.

Hoy en día está de moda hacer los buñuelos redonditos y perfectos, pero los tradicionales que yo recuerdo de toda la vida son irregulares, y así dejo que salgan. Puedes usar una cuchara sopera, dos cucharillas de postre, una cuchara de servir helados o incluso las manos, aunque con esta masa húmeda no recomiendo las manos.

8. Conforme salgan del aceite, iremos colocando los buñuelos sobre papel absorbente, preferiblemente en dos platos para no amontonarlos.

9. Como os decía, lo de añadir azúcar y canela va al gusto; podéis rebozarlos, espolvorearlos o dejarlos tal cual. Son una delicia.

 ¡Buen provecho!

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