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miércoles, 29 de abril de 2020

Pastel LIGERO de naranja


Este bizcocho de naranja tan ligero está tremendo, no solo de sabor, sino también de textura, ya que queda jugoso y húmedo, delicioso. ¡Y es apto para celíacos y diabéticos y hasta para dietas! ¿Suena imposible? Pues te reto a comprobarlo, porque yo misma he alucinado con este invento.

En Dinamarca, donde vivo, es bastante común utilizar harina de almendras en la repostería, y también avena. La harina de almendra no es más que almendra picada, no te asustes. Con esa idea, me puse a experimentar para conseguir un postre más ligero de lo habitual, pero lleno de sabor y de textura jugosa y, sobre todo, apetecible.

Para conseguir que cuajase, usé una buena cantidad de huevos y lo horneé bastante tiempo. No añadí mantequilla ni aceite porque las almendras ya aportan grasa vegetal de calidad. Por otra parte, en lugar de azúcar refinado, utilicé Sukrin, que es azúcar apto para diabéticos, con cero calorías y que no provoca caries ;) He probado muchos tipos de azúcares, siropes y edulcorantes a lo largo de los años y el problema a la hora de hornear es que la mayoría de sustitutos del azúcar dejan un sabor artificial en la obra final. Sukrin es un poco más caro, pero tiene la textura, el volumen y el sabor del azúcar normal y da muy buenos resultados. Esto no es un anuncio, por desgracia no me regalan el Sukrin, pero sinceramente es el sustituto que mejor funciona.

La avena no contiene gluten, pero pueden darse molestias por la contaminación cruzada, si en la fábrica también se manejan otros cereales. Hay marcas que garantizan que la avena sea apta para celíacos.

Por supuesto investigué para ver si mis ideas tenían sentido y si alguien había intentado hacer algo parecido y descubrí que Camilla Plum también tiene una "tarta de naranja sin harina" publicada. Está genial encontrar referencias cuando haces experimentos, pero hay cosas que no me cuadraban, como prescindir de la harina pero luego usar pan rallado, ya que entonces ya contendría gluten. Además, la suya lleva azúcar refinado y no lleva queso por encima. Para lo que sí me sirvió es para hacerme una idea de la proporción de los ingredientes, aunque luego lo cambiara, porque añadí otro elemento seco; los copos de avena. Total, que a mí me gusta más la mía jajaja

  • 2 naranjas, preferiblemente sin pesticidas ni nada así
  • 6 huevos
  • 200 g de harina de almendra (almendras picadas muy finito)
  • 25 g de copos de avena
  • 225 g de Sukrin (sustituto de azúcar, misma cantidad de azúcar si prefieres)
  • 1 cucharadita de levadura química
  • 1,5 cucharaditas de esencia de vainilla
Para la cobertura:
  • 100 g de queso de untar, tipo Philadelphia, pero light, sin lactosa o como tú quieras
  • 1/2 cucharadita de Sukrin (o azúcar glas si no quieres sustituir)

La preparación:

1. Lavamos las naranjas y las hervimos con piel y todo; 30 minutos en la olla a presión. Si no tienes, dale 1:30-2 horas y las sacas cuando la piel esté totalmente cocinada.

2. Cuando estén cocidas las naranjas, retiramos las pepitas (si llevan) y la extremidad del pedúnculo (donde se unía la fruta a la rama). 


3. Con una batidora de mano o robot de cocina, hacemos la naranja puré, con piel.


4. Añadimos entonces el azúcar (sukrin) y los huevos, la esencia de vainilla y batimos para mezclar y disolver el azúcar.


5. Lo siguiente es añadir la harina de almendra y los copos de avena. Batimos de nuevo y ya tenemos la masa lista.



6. Engrasamos un recipiente, para eso, me encantan los esprays de mantequilla, porque la distribuyen de forma fácil y uniforme. Espolvoreamos con unos pocos copos de avena y vertimos la mezcla.


7. Horneamos a 165º durante 70 minutos con calor arriba y abajo. Es importante echarle un vistazo de vez en cuando y cubrir la superficie con papel de plata si se está poniendo demasiado oscura. Al final, como con cualquier otro bizcocho, se pincha con un palillo para ver si sale limpio. Eso querrá decir que está listo. 


* Podéis dejarla en ese molde o sacarla, pero si la queréis sacar, antes tenemos que dejarla enfriar para que no se rompa. 

* Cuando ya esté fría, podemos aplicar la cobertura. Aconsejo dejar el bizcocho hecho y reposando, por ejemplo la noche antes, y aplicar la cobertura justo antes de servir.

8. Si utilizamos sukrin tipo azúcar normal, pulverizamos un poco en un mortero para que quede finito, como azúcar glas. Ahora batimos el azúcar y el queso con unas varillas, a mano o mecánicas. En seguida adquirirá una textura cremosa; repartimos con una espátula por la superficie del bizcocho y adornamos al gusto; en mi caso, con ralladura de naranja, alguna flor de confitería y alguna flor del jardín.



* Se conserva bien, pero hay que taparla para que no se seque por dentro y puede estar en la nevera, para que nos se estropeen el queso ni los huevos.



  ¡Buen provecho!

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domingo, 26 de abril de 2020

Corona de verduras


Después de muchas recetas con masas, inventos complicados y algún dulce de más, ayer cenamos esta delicia de corona de verduras al horno con mozzarella fresca y un aliño de aceite de oliva, ajo, tomillo fresco y pimienta de limón. Tremendo, facilísimo y rápido.

Puedes usar lo que tengas a mano, pero te cuento con qué la hice yo. Si un día tienes más hambre, puedes hacer la corona sobre masa de hojaldre, quebrada o incluso como pizza, como esta mía (pizza vegetariana con higo y ajo).

Parece mucho, pero entre que es tan ligera y que está tan buena, te la puedes comer fácilmente entre dos si es plato único.

  • 1 calabacín
  • 1 berenjena
  • 1 cebolla morada mediana-grande o 2 pequeñas
  • 3 tomates
  • 3 bolas de mozzarella fresca (unos 300-350 g)
  • 2-3 higos secos o pan de higo (uso lo que tengo por casa)
  • 2-3 dientes de ajo
  • Tomillo fresco
  • Pimienta de limón (si no tienes, usa pimienta negra y raspadura de corteza de limón)
  • Sal
  • Aceite de oliva


La preparación:

1. Preparamos las verduras y el queso; cortamos el calabacín, la berenjena y la cebolla en rodajas; el calabacín es más estrecho, así que las rodajas de la berenjena las cortaremos por la mitad. Las de cebolla también, aunque depende del tamaño de la cebolla.
La mozzarella la cortamos también en rodajas y por la mitad, y los tomates los cortamos en rodajas y las más grandes las cortamos también por la mitad.



2. Empezamos a montar la corona siguiendo un orden, por ejemplo: calabacín, berenjena, cebolla, tomate, mozzarella. Hasta completar el círculo. 


3. En el centro puedes hacer lo que quieras; yo hice dibujos con las sobras de las verduras y luego total lo cubrí con las sobras de la mozzarella. También puedes plantar un huevo en el centro si te apetece. 


4. Para hacer nuestro aliño, mezclamos bien el aceite, el ajo prensado, el tomillo fresco y un poco de sal y pimienta de limón al gusto. Batimos un poco para emulsionar y repartimos sobre el plato con una cucharilla. Yo después espolvoreo por todo con un poco más de pimienta de limón. Al gusto.



5. Finalmente reparto trocitos de higo seco o pan de higo por el plato y le doy 30-35 minutos en el horno precalentado a 200º. Si vemos que se está tostando demasiado por la superficie, cubrimos con papel de horno o de plata.


  ¡Buen provecho!


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viernes, 24 de abril de 2020

Panecillos de leche japoneses


Estos panecillos de leche japoneses (ふわふわミルクパン) son una delicia, tanto por el sabor como por la textura de algodón. No son difíciles de hacer, pero es una receta delicada y la masa requiere trabajo, descanso y cariño. Cuando la descubrí, me lancé a hacerla pero, aunque estaban buenos, no quedaron tan algodonados como los originales japoneses, así que me puse a investigar recetas originales japonesas, vídeos de la técnica, el origen de los métodos yudane y tangzhong, adaptaciones modernas, etc. Esta vez sí, he quedado muy satisfecha y os explico bien todos los pasos para que no repitáis mis fallos y os salgan requetebien. Con estas cantidades salen 16.
Mirad el resultado si os falta motivación, porque de verdad que son celestiales, y encima sirven para salado y para dulce. Dentro vídeo:


  • 185 g de leche (básicamente lo mismo en ml)
  • 250 g harina para pan
  • 3 g de levadura activa seca
  • 30 g de azúcar
  • 3 g de sal
  • 20 g de mantequilla blanda (no derretida)

La preparación:

1. Calentamos un poco la leche; la queremos tibia, que no queme, pero que podamos disolver la levadura en ella. Agitamos bien hasta que se haya disuelto la levadura.



2. En un cuenco mezclamos el azúcar, la sal y la harina, a poder ser, tamizada. 

3. Echamos la leche con levadura a la harina y mezclamos. ¿Se puede hacer a mano esta receta? Sí. Peeero es una masa muy pegajosa que requiere bastante masado hasta hacerla manejable y uniforme. A mí los brazos y la espalda se me quejaron mucho, por problemas míos, así que la segunda vez que los hice utilicé un robot de cocina para mezclar y lo recomiendo. Le doy 1 minuto a velocidad mínima para integrar los ingredientes y 6-8 minutos a velocidad media para activar el gluten. 


4. Sacamos la masa, repelando bien el cacharro del robot, aplanamos un poco y colocamos la mantequilla en lonchas o trozos en el centro y la encerramos ahí. Importante que la mantequilla esté blanda, pero no fundida. Ahora hay que incorporar la mantequilla a la masa y, de nuevo, se puede hacer a mano o a máquina, pero se va a poner la cosa muy pringosa, os lo aviso. Yo le doy unos 5 minutos a velocidad media en el robot de cocina. Tendremos que ver cuándo llega a una consistencia manejable y un aspecto más sedoso y menos pringoso.


5. Ahora toca reposar la masa en un cuenco para que se relaje el gluten y la masa doble el volumen. La dejamos dormir 35-40 minutos en un lugar cálido. Si es invierno, o vives es un país frío como yo, recomiendo ponerla a dormir en el horno a 30º (al mínimo o menos). Recomiendo cubrir el cuenco con un paño un poco húmedo para que no se seque la superficie.


6. Ahora sacamos la masa del cuenco con cuidado, aplanamos un poco con la mano y dividimos en 4, en forma de cruz, y después cada cuarto en tres. Así salen 16 porciones. 


7. Formamos una bolita con cada porción. Lo típico de estas recetas japonesas es la delicadeza con la que trabajan y cómo intentan hacerlo bonito en cada paso. Para formar las bolas, no redondean y listo; van estirando las puntas y escondiéndolas en la base para que la parte de arriba quede lisa. Les damos a las bolas 15 minutos más de reposo cubiertas con un paño húmedo y en el horno a 30º como antes.


8. Para cocinarlas vamos a necesitar un molde con paredes de altura media y donde quepan las bolas justas, porque tienen que crecer unas contra otras, pegaditas. El molde lo forramos con papel de horno, tanto la base como las paredes.
Tomamos una bola, la aplanamos un poco con la mano, no del todo, y volvemos a formar una bola con la técnica de juntas los bordes en la base. Repetimos el proceso con todas las bolas y las vamos colocando dentro con una separación mínima entre ellas.


9. Les damos 35-40 minutos más de levado igual que antes, cubiertas con un paño humedecido y a 30º en el horno. Volverán a crecer y se juntarán los bordes de unas y otras.

10. Por fin ha llegado el momento de hornear. Espolvoreamos por la superficie con harina para pan con ayuda de un colador o un filtro para té. Les damos 17 minutos con calor arriba y abajo a 150º C. Deben quefar blanquitos, pero yo les doy un último minuto con función grill o vetilador al final para que tomen una pizca de color.


¡Y ya está! Las sacamos del recipiente en su papel y solo queda dejar que reposen y se enfríen un mínimo de 5 minutos y se pueden separar.





Nos los llevamos al día siguiente para disfrutarlos de picnic en el campo.



Y nos gustaron tanto con salado como con dulce (nocilla).




  ¡Buen provecho!


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martes, 21 de abril de 2020

Mona oriolana


¡Por fiiiiiiin! A la tercera va la vencida  Esta receta me ha llevado tres intentos, lo bueno es que he aprendido mucho en el proceso y ahora os puedo contar mis secretos y trucos para que os salga bien a la primera. Pero vaya, no os quiero engañar, es una receta delicada, requiere un buen trabajo de amasado y se puede pifiar fácilmente. 

Esta es la mona de mi Orihuela y de la Vega Baja; en otras partes de Murcia y la Comunidad Valenciana se conoce como toña, panquemao, fogaza o fogaseta, pero hay diferencias entre ellas, como suele pasar. En Orihuela se hacen todo el año como os enseño hoy y se come con chocolate caliente o simplemente con la leche o el café del desayuno. Las monas de pascua son más pequeñas y llevan un huevo duro en el centro. Cuando yo era pequeña, el domingo de Pascua íbamos al monte de san Cristóbal de excursión y nos comíamos la mona de pascua con su huevo. 

Es una masa tipo brioche y lo difícil es precisamente conseguir la textura correcta. La primera vez que la hice quedó un poco mazacote, más tipo roscón de reyes; la segunda vez se rajó por la superficie y quedaron zonas crudas por dentro. La tercera vez usé de referencia la receta de Rosa Cano y la de Rosa Aracil, amiga de mi madre, pero hice modificaciones con mucho cuidado para evitar a toda la costa los problemas que tuve las primeras dos veces; por ejemplo, vi que a mucha gente también se le rajaba la masa por arriba, así que decidí probar a hornear durante más tiempo pero a una temperatura más baja. Para esta receta se usa menos levadura, pero creamos nuestra propia creciente o masa madre. Y funciona muy bien. Hay quien lo deja levar por la noche; yo prefiero hacerlo por el día porque pasadas 4 horas hay que separar la masa y formar las monas antes de volver a ponerlas a levar.

En algunas zonas y panaderías, se infusiona agua con canela y anís. En Orihuela se usa más que nada ralladura de naranja y limón para aromatizar, y van ralladas, no hervidas en agua, pero eso seguro que también depende de la receta. Yo esta vez he pulverizado una pizquita de anís y le he puesto ralladura de naranja y limón, pero la próxima vez probaré a preparar una tisana para aromatizar y usaré una pizca de canela también. Así como la he hecho hoy está tremenda de sabor y de textura, pero mi mona favorita, la de El horno del obispo, tiene unos toques de sabor más complejos que ninguna otra mona que yo haya probado, y quiero seguir experimentando a ver.

La mona tiene origen árabe y, de hecho, hoy en día en Argelia todavía se prepara un dulce similar llamado mouna, لامونا; de esa variante viene la tradición de algunos hornos de preparar la mona con zumo de naranja en lugar de leche. También hay zonas locales donde se incorpora patata a la masa, pero eso no lo he probado.

Para la creciente (masa madre):
  • 120 g de harina de fuerza
  • 10 g de levadura fresca
  • 70 g de leche
  • 1 cucharadita de azúcar
Para la masa de la mona:
  • 480 g de harina de fuerza
  • 60 g de agua
  • 90 g de aceite de oliva
  • 2 huevos 
  • 120 g de azúcar
  • 15 g de levadura fresca
  • Ralladura de 1 naranja
  • Ralladura de 1 limón
  • Opcional: 20 semillitas de anís
  • 25 g de azúcar invertido o miel (yo miel porque no tengo hay gaseosa aquí para hacer el azúcar invertido)
  • Una pizca de sal


La preparación:

1. Vamos a preparar antes de nada nuestra creciente o masa madre. Esto es fácil y rápido. La leche la templamos un poquitín para que sea más fácil disolver la levadura. Pero que no queme, importante. Disolvemos en ella la levadura fresca y después el azúcar.


2. Mezclamos la harina y la leche con azúcar y levadura. Es una mezcla pegajosa al principio, pero vamos mezclando con las manos hasta que quede bien incorporada y uniforme. No requiere ni amasado, solo mezclarla bien hasta que quede lisa. La ponemos entonces a descansar 15 minutos para que se active la levadura y crezca. Yo la pongo al baño María y tapada para que el calor del agua le dé impulso.


3. Por una parte mezclamos los elementos húmedos: Agua y aceite, después levadura desmenuzada o rota, 2 huevos, y la miel. Mezclamos bien y entonces añadimos el azúcar,  la ralladura de limón y de naranja y batimos de nuevo ligeramente a mano para disolver el azúcar. Yo además he pulverizado un poquitín de anís en el mortero y lo he mezclado aquí.


4. En un recipiente grande tenemos la harina preparada con menos de media cucharadita de sal. En el centro colocamos nuestra creciente después de los 15 minutos de reposo. Vertimos la mezcla de elementos húmedos sobre la harina.


5. Ahora empieza la fase de amasado y recomiendo usar asistencia mecánica, aunque sea de unas varillas como yo, porque requiere mucho trabajo. Con las varillas le di mínimo 20 minutos; mis brazos no podrían aguantar el proceso manual. En esta receta el tiempo es relativo, por eso os describo cómo tiene que ser la textura y el aspecto y os lo muestro en fotos. No es cuestión de poner alarmas, sino de reconocer cuándo la masa tiene la sensación y el aspecto correcto. 
Al principio es muy pegajosa y húmeda. Cuando terminemos de incorporar toda la harina, seguirá demasiado pringosa. Hay que seguir amasando y, MUY IMPORTANTE, no añadiremos en ningún momento harina. Si se nos pega a las manos, nos mojamos las manos con aceite. Hay que ir tocando de vez en cuando y meter un dedo. Las paredes del cuenco también son un buen indicador de cómo va la masa; si se pega a los bordes, le queda aún bastante; si se despega con facilidad, le queda poco, si no se pega a los bordes, ya casi está.


6. Colocamos la masa en un cuenco profundo, donde haya espacio para que crezca, y cubrimos con un paño humedecido para que no se seque la superficie. Yo tapo con un paño, me mojo las manos con agua y espolvoreo un poco. Le vamos a dar 3-4 horas de levado. Con el amasado hemos activado el gluten y ahora queremos que se relaje; como se dice en mi pueblo, a la masa le toca dormir. Hay que dejarlo en un lugar templado. Si es invierno o vives como yo en un sitio frío, recomiendo dejarla dormir en el horno con calor arriba y abajo, sin aire/ventilador a 30º (menos del mínimo).


7. Pasado ese tiempo, la masa habrá triplicado su volumen. La sacamos del cuenco y la partimos en dos partes iguales (verás que vuelve a estar un poco más pegajosa por dentro). No pasa nada porque pierda algo de aire, pero tampoco la aplastes.


8. Tomamos una parte de la masa y formamos una bola con ella, pero no prieta o nos quedará una piedra; le damos forma con cuidado y cariño. Ahora las ponemos ya sobre la bandeja del horno para la segunda siesta o fase de levado. Otras veces las he horneado una a una, pero esta vez las hice a la vez y no hubo problema. Si no las quieres hornear juntas, las pones a levar bandejas separadas. Las devolvemos al horno a 30º y les damos otras 4 horas. A mí me gusta mucho cuando crecen unas contra otras, como siamesas, así que las dejo juntarse. Pero si no, las separas (antes del último levado).


9. Pasado ese tiempo verás que han vuelto a crecer mucho. Ahora precalentamos el horno a 165º-170º con calor arriba y abajo y pintamos la superficie de las monas con huevo batido. Les damos 30 minutos. Esto es para cuando haces dos; si solo haces la mitad de la receta, puede ser suficiente con 15-20 minutos. 
Si te quieres asegurar de que estén cocidas por dentro, puedes pinchar con un palillo de brocheta cerca de la base y atravesar la mona; si sale limpio, está cocida. La gente se guía por el aspecto más que nada; si ves que se está poniendo demasiado morena por arriba, puedes cubrir con papel de plata.


10. Finalmente las sacamos y las ponemos a enfriar sobre una rejilla para que no suden. Mientras están calientes hay que echarles el azúcar típico que llevan por encima. Hay muchos métodos; yo mezclo pongo unas gotas de sirope en la superficie de la mona, mojo un pincel de cocina en agua, lo extiendo por la superficie y echo el azúcar por encima. Uso sirope porque es pegajoso y no tiene tanto sabor como la miel, pero ya digo que hay muchas variantes. También se puede hacer un almíbar ligero con agua y azúcar, y hay quien hornea ya con el azúcar. Eso ya al gusto.


¡Y ya están! Ahora viene lo más difícil: ESPERAR. Sí, sí, porque es muy importante dejar que se atemperen y no cortarlas mientras están calientes para que no se apelmace la miga ni se desinfle. Créeme,valdrá la pena cuando pruebes la textura de algodón que se le queda. 

Guárdalas en un recipiente hermético, en una bolsa, envueltas en un papel y luego en una bolsa... Porque la molla que quede al aire una vez que la empieces, se secará. 

Ya ves, no es para hacerla todas las semanas, pero es un pedacito de cielo comestible. 


  ¡Buen provecho!

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domingo, 19 de abril de 2020

Migas extremeñas: verano e invierno


Bueno, bueno, bueno, en plena cuarentena ¡nos vamos a Badajoz! Desde casa, por supuesto, como siempre con Cocinas del mundo.



Después de una semana sin pisar la calle ni una vez, me aferré a esta distracción como a un clavo ardiendo, así que acabé haciendo dos recetas. He tenido la suerte de que me han traído verduras a casa y tenía panceta que me regalaron en el congelador, así que he aprovechado para preparar dos recetas. La verdad es que, por los ingredientes, son algo similares, pero una es más veraniega y otra más de invierno: Cojondongo de gañán y migas extremeñas. 

El cojondongo es una ensalada refrescante y muy rica típica de la zona de Zafra (Villafranca de los Barros, Palomas, Aceuchal y Puebla de la reina); es un plato muy antiguo que nos viene de la cocina árabe y es antecesor del gazpacho. Es una versión fresquita de un plato de migas, me atrevo a decir. Las migas extremeñas se comen tanto en Badajoz como en Cáceres, y me llamaron la atención porque son muy sencillas en comparación con las migas de mi zona.
Esta recetas se las dedico a mi extremeña favorita, Tema, y a Joan, nuestro "gañán", con cariño.

El cojondongo ya lo hemos preparado varias veces en casa, y la inspiración vino de aquí. En teoría era para 4, pero nos la terminamos el vikingo y yo solitos.  Las migas, como pasa a menudo, sufren variaciones de casa en casa, pero en esta ocasión he seguido esta receta y esta otra, aunque la he hecho para 2. Es una receta de aprovechamiento y, como tal, admite cambios en función de la despensa, pero hoy os traigo la básica tradicional. Una chica me contaba hace poco que en su casa, las sobras de las migas se toman para desayunar, mojadas en café con leche. Me parece muy curioso.


Migas extremeñas
  • 250 g de pan duro
  • 1/2 pimiento rojo (si son diminutos como los míos, ponle uno entero)
  • 1/2 pimiento verde
  • 100-150 g de panceta
  • 1/2 cabeza de ajos
  • 2 cucharaditas de pimentón dulce, agridulce o picante, según gustos
  • Aceite de oliva, según se necesite
  • Sal
  • Opcional: uva, chorizo rojo en lugar de panceta, perejil
La preparación:

1. La noche antes o al menos una hora antes de empezar, humedecemos el pan cortadito en tacos. No hay que empaparlo; yo me mojo la mano, salpico y muevo el pan para que llegue a todos los tacos. Después tapamos y reservamos.

2. Empezamos con la panceta en tacos delgados para que suele grasita y sabor, pero la ayudamos con un chorro de aceite. Cuando esté dorada, la sacamos y reservamos.


3. Añadimos otro chorro de aceite y freímos los dientes de ajo enteros, sin pelar ni nada, y el pimiento, que habremos cortado en tiras. Le damos un par de minutos a fuego vivo y luego tapamos y bajamos a fuego medio-bajo para que se vayan ablandando. Movemos de vez en cuando y, cuando estén listos, los retiremos y reservamos.


4. Añadimos un chorro más de aceite y, con el fuego aún en medio-bajo, añadimos el pimentón; en mi caso, 1 cucharadita de dulce y 1 de picante. Movemos y no le quitamos ojo, porque el pimentón se quema con facilidad.


5. En seguida incorporamos el pan, lo mezclamos con el aceite y el pimentón y vamos dando vueltas y rompiendo para que se formen las migas. Hay quien baña el pan en aceite, pero a mí no me gusta que quede tan grasoso.


6. Cuando tengamos más migas que tacos de pan, unimos todos los ingredientes: panceta, pimientos, ajos y migas. Probamos de sal, rectificamos si hace falta y servimos. Yo lo hice fuera de la cazuela porque se me estaba pegando el pan.


* Hay costumbre de acompañarlas con uvas, pero aquí en cuarentena, no tenía uvas y sacamos a la mesa pasas y vino dulce de Málaga. Y nos gustó mucho la combinación ;)
* Sobró una tapita, que me comí al día siguiente, y la verdad es que están también muy buenas frías un día después.




Cojondongo de gañán

  • 3-4 tomates maduros
  • 1 pimiento verde italiano o medio morrón
  • 1 pimiento rojo italiano o medio morrón
  • 1 pepino tipo español o medio tipo holandés (opcional)
  • 1-2 cebolletas (opcional)
  • 100 g de pan del día anterior
  • 50 g de miga de pan
  • 2-3 dientes de ajo
  • 2-3 huevos cocidos
  • 60 ml de aceite de oliva
  • 1-2 cucharadas de vinagre de vino (blanco o tinto, en mi caso de Jerez)
  • Sal 
La preparación:

1. Lavamos y troceamos los tomates, los pimientos y el pepino. Si el pepino es español, lo pelo un poco, porque la piel se me hace demasiado tosca, si no, no pelo nada, para conservar las vitaminas. Las semillas del pimiento se tiran, evidentemente.


2. El toque de la cebolleta me encanta; también sirve cebolla fresca o incluso chalotas. Ficamos finito, eso sí.

3. El pan se puede romper con las manos o cortar en cuadraditos. Yo personalmente le doy un toque muy rico tostándolo después de cortarlo. Lo hago dándole 5-10 minutos en la freidora de aire, pero también se puede hacer en el horno.


4. Los huevos los hago en mi maquinita para hervir huevos, pero vamos, 12 minutos en el agua hirviendo, pelamos, enfriamos en agua y troceamos. 

5. Por último preparamos la salsa; ponemos la miga de pan en agua (solo lo suficiente para cubrir); después de unos 10 minutos, escurrimos un poco y majamos en un mortero a la vez que machacamos el ajo (se les puede quitar el germen si queremos). 


6. Cuando tenemos una pasta hecha, empezamos a añadir el aceite en un hilo mientras  mezclamos y batimos para hacerlo emulsionar. Añadimos entonces medio vaso de agua, vinagre al gusto y sal según necesidad.

7. Mezclamos todas las verduras y el pan.



8. Finalmente incorporamos el aliño, mezclamos y dejamos reposar en el frigorífico hasta la hora de comer.





¡Buen provecho!

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